¿Alguna vez has escuchado a alguien decir: “Soy intolerante a la lactosa”? Yo no recuerdo haber escuchado de niña el término “intolerante” con frecuencia, incluso puedo decir, que fue un término que comencé a escuchar hasta ya mi edad adulta.
El término “intolerancia”, se define como la falta de habilidad y voluntad de tolerar algo, pero ¿realmente la intolerancia sólo está en nuestro cuerpo?, o ¿también aplica a nuestros sentimientos y emociones?
En la época digital que nos tocó vivir, aunado a los problemas cotidianos y el estrés que se genera con el simple hecho de manejar, todos nos hemos vuelto intolerantes a algo. Yo he descubierto que “soy intolerante a la intolerancia”, y ¿cómo no ser intolerante a las personas que no ceden el paso al cruzar una calle?, ser intolerante a la persona que no tolera que lo interrumpas mientras escribe en su celular, aunque vaya caminando por la calle y pueda chocar con el resto de las personas que vamos caminando, o ¿cómo tolerar al que camina con su perro en un parque en donde está prohibido caminar con perros, ya que es un parque para corredores?
Creo firmemente que todos podemos hacer algo para cambiar la intolerancia por tolerancia, y crear una atmósfera de convivencia más sana. Aquí unos consejos que creo que pudieran ser la medicina ideal para todos:
1. Respeto: Bien decía Benito Juárez, “El respeto al derecho ajeno, es la paz”, por lo que si practicamos el hecho de que mis derechos terminan en donde comienzan los del otro, podremos tolerarnos con mayor facilidad.
2. Cortesía: El que dejes pasar a alguien antes que tú, el que des los buenos días a un extraño entrando a un elevador público, o el que cedas el paso al peatón cuando vas manejando, nos coloca en una atmósfera más cordial que nos obliga a tolerarnos aunque no nos conozcamos.
3. Sonreír: Si dices algo con una sonrisa o si sonríes a alguien que pasa a tu lado, es muy difícil que crees una atmósfera rígida, por lo contrario, darás oportunidad a crear un ambiente más cordial en donde la tolerancia prevalecerá.